jueves, 13 de diciembre de 2012

Bienvenidos

Somos estudiantes de la carrera de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado, y creamos este blog a partir del ramo Problemas Psicosociales en Chile, enfocándonos en el tema de la mala alimentación y la obesidad en nuestro país. Este tema nos lleva a cuestionar las diferentes variables con respecto a cómo es llevado en la sociedad chilena. De acuerdo a esto, se han realizado múltiples programas que buscan reducir el porcentaje de personas obesas en el país, sin embargo el tema de la mala alimentación en relación a la obesidad no sólo es un problema de salud, sino que también se desprenden otros aspectos que no son siempre visibles.

Hoy en día, la cotidianeidad de quienes somos parte de la sociedad chilena suele desenvolverse en medio del estrés y la velocidad propia de la época. Para poder ajustarnos a este modo de vivir surge la opción de consumir alimentos en las llamadas comidas rápidas, que elevan nuestra ingesta de calorías. Los excesos propios de esta manera de vivir traen como consecuencia muchas veces el sobrepeso y, por consiguiente, la obesidad. Sin embargo, la comida chatarra no es la única manera de desarrollar esta enfermedad; la mala alimentación se puede generar también por los estilos de vida, por ejemplo comer por ansiedad/pena/nervios, etc. lo cual es aceptado culturalmente, es decir, se tiene interiorizado que se puede comer mucho cuando se pasa por alguno de esos estados. También se puede generar por búsqueda de poder, y esto ocurre cuando el sobrepeso es símbolo de superioridad; en este sentido se asocia el sobrepeso con la fuerza, con imponer respeto. Por otra parte, la mala alimentación se puede dar además por falta de ingresos económicos, es decir, cuando se tiene poco dinero, se reducen las posibilidades de adquirir alimentos saludables ya que estos por lo general son de gran costo. De esta manera, la obesidad es un problema social cuando se considera su origen, que puede tener múltiples formas pero que en su mayoría conllevan a una posterior infravaloración de la persona, ya sea a nivel individual (por ejemplo con respecto a la autoestima) o a nivel social, por ejemplo cuando se evita contratar personas en los trabajos porque se exige una buena presencia dentro de la cual no se considera el sobrepeso.

La obesidad va más allá de un problema de salud que ataca solo al individuo. Es un problema social cuando se toma en cuenta que somos una sociedad que tiende a la mala alimentación. Sin embargo, a pesar de la existencia de muchas personas con esta condición, existe una tendencia recurrente a infravalorarlas, impidiéndoles participar en la vida social en igualdad de condiciones. El problema estaría en cómo utilizamos los modelos de valoración cultural institucionalizados, ya que a través de estos reconocemos la obesidad y quiénes están sujetos a estas condiciones.

A raíz de lo expuesto, es importante plantearse un modelo alternativo para entender la cuestión del reconocimiento en relación a la obesidad. En este sentido Fraser (2000) propone abordar el reconocimiento desde el status social; en esta perspectiva lo relevante está en el status de los individuos que componen el grupo social y que interactúan, por lo que al momento de reconocer a otro que tiene obesidad no realizamos un reconocimiento recíproco, en igualdad de condiciones ya que hay ciertas circunstancias que diferencian el modo en que vemos al otro, ya sea por su físico, sus capacidades, etc. Por lo tanto, la ausencia de reconocimiento produce que quienes son obesos no tengan más opción que subordinarse al modelo que la sociedad desarrolla, lo que imposibilita la óptima participación de estas personas.

La desigualdad económica presente hoy en día en la sociedad chilena no obstruye sólo la participación igualitaria sino que, además, promueve la subordinación e injusticia social. Es en el marco de la justicia social donde la obesidad y mala alimentación toman forma como problema social, ya que estamos frente a una causa ineludible de ella: la distribución inequitativa de los recursos disponibles. En la estructura económica del país, las personas con obesidad se enmarcan en los sectores con menores ingresos, lo que genera que al proceso de reconocimiento fundamentado en el status (valor cultural) se sume la consideración de los recursos económicos, que terminan por posibilitar o negar la participación social en igualdad de condiciones.

De esta manera, en la obesidad se puede encontrar un cierto menosprecio impuesto por la sociedad, en la medida que ésta impide el autoreconocimiento de la persona como sujeto per se, porque existen ciertas pautas de reconocimiento desde donde se da forma a la identidad y en las cuales los individuos con sobrepeso no se enmarcan, como por ejemplo, a la hora de vestir, ya que dentro de toda la gama del retail existen sólo algunas tiendas que venden tallas más grandes, también en el caso del transporte público, mencionado anteriormente, ya que su infraestructura no es adecuada para el total de la población que ocupa este servicio y el caso de los lugares de recreación como los parques de entretención (Fantasilandia) y, sin ir más lejos, las butacas del cine y el teatro. Por lo tanto, podemos entender que los obesos sufren constantemente la discriminación de una sociedad que no está adaptada para sus necesidades. De esta manera, podemos establecer que la discriminación es una forma de menosprecio que implica una pérdida de derecho, en el sentido que no se puede ejercer derecho en igualdad de condiciones cuando se es discriminado.

Por ende, para abordar el tema de la obesidad como problema social en Chile, es necesario entenderla dentro de una construcción causal, donde el problema en sí no se reduce tan sólo al área de la salud, del nivel de ingresos o de la valoración social, sino que es el conjunto de todas estas áreas las que desarrollan las condiciones del mundo de la vida tanto social como cultural del obeso, relacionándose directamente con la percepción que tiene él de sí mismo. De esta manera, la suma de estas áreas (salud, económico y social) producen y reproducen constantemente este estilo de vida a través de lo que se transmite de generación en generación, por el lenguaje, lo que se enseña a los demás y por sobre todo por la socialización, las cuales no se ajustan a patrones de reconocimiento recíproco, como lo es la valoración de la delgadez, ni existe una distribución equitativa de los bienes materiales para los obesos, lo que conllevaría a desigualdades de estatus o situaciones de menosprecio, como la discriminación y la minusvaloración hacia la persona obesa en algunas áreas de la vida social.

Referencia: 
  • Fraser, N. (2000) “Nuevas reflexiones sobre el reconocimiento”, en New left review, ISSN 1575-9776, N°4, 2000, pp.55 – 68. Edición en español, ejemplar dedicado a políticas económicas, modelos de democracia y estrategias imperialistas de la tercera vía.

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